10 de Agosto de 1809 se enciende una llama de libertad

Hace 213 años fecundó el germen de Eugenio Espejo, prócer de ideales de libertad y justicia.  “Al amparo de la cruz, sed libres, conseguid la gloria y la felicidad” fue una de sus últimas frases que inspiraron las primeras gestas por la independencia de la corona española.

A raíz de las ideas de Espejo, en lo que era la Real Audiencia de Quito, se empieza cuestionar con mayor fuerza la administración ibérica de estos territorios, las que estaban plagadas de abusos y corrupción. Tras el descontento, que ya venía siendo el centro de preocupación de los criollos, se concreta una primera estrategia para de asumir el gobierno de la ciudad de San Francisco de Quito que pretendía irradiar a todo el territorio de la Audiencia conformadas por las provincias de Cuenca y Guayaquil.

La historia detalla que la casa de Manuela Cañizares fue el espacio donde se definieron esos planes, un día antes al 10 de agosto. Al parecer en esa reunión hubo cierta duda o inseguridad de ejecutar la estrategia por lo que Manuela habría increpado a los asistentes con una la dura frase: “¡Cobardes…hombres nacidos para la servidumbre ¿De qué tenéis miedo…? ¡No hay tiempo que perder…!”.

Al final de aquella reunión resolvieron conformar la llamada Junta Soberana de Gobierno para reemplazar a la autoridad establecida por la corana española, representada en, Manuel Urriés Conde Ruiz de Castilla. Esta directiva estuvo integrada por el Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar, presidente de la Junta, y el obispo José Cuero y Caicedo, vicepresidente.

El doctor Antonio Ante, nombrado secretario general de la Junta de Gobierno, fue el encargado de comunicar al Conde Ruiz de Castilla, presidente de la Real Audiencia de Quito, de su destitución. Por su parte, el delegado de la corona no tuvo opción porque había perdido el respaldo de las fuerzas militares, que para entonces estaban al mando del coronel Juan de Salinas, quien resolvió declarar lealtad a la Junta de Gobierno.

El 16 de agosto fue ratificado todo lo acordado y ejecutado el 9 y 10 de agosto mediante un Cabildo Abierto en el Convento de San Agustín. De ese nuevo orden en la ciudad de San Francisco de Quito fueron informados el Virrey del Perú, José Abascal; el de Santa Fe, Antonio Amar y Borbón; el Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón y el de Cuenca, Melchor de Aymerich; y, por medio de ellos, la corona española que no tardó en responder a la sublevación patriota.

La reacción al nuevo gobierno de Quito consistió en enviar tropas desde Guayaquil, Pasto y Popayán para recuperar la administración de Quito, cometido que tuvo éxito, 3 meses después de la vigencia de la Junta Soberana de Gobierno, con la disolución de la administración rebelde y la aprehensión de sus integrantes, independentistas que fueron asesinados en los calabozos del Real Cuartel de la Real Audiencia lugar de atrincheramiento de las tropas enviadas desde Lima y Guayaquil (actual Museo Alberto Mena Caamaño), en la revuelta del 2 de agosto de 1810.

Si bien la Junta Soberana de Gobierno del 10 agosto de 1809 no duró mucho tiempo, esta gesta fue el inicio de la llama que encendió el sueño libertario, avivado por la matanza del 2 de agosto de 1810 en Quito, libertad que se concretó el 24 de mayo de 1822, 13 años después, en las faldas del Pichincha con un ejercito Colombiano que sumaba soldados de toda América a las órdenes del Mariscal José Antonio de Sucre.

Hoy el Ecuador asume nuevos retos de libertad y es allí donde todos los ciudadanos debemos hacernos eco de estos ideales de honor, libertad y justicia social, ejemplo recibido de nuestros proceres y héroes de la Republica.

El 10 de agosto de 1809, marcó el inicio del proceso de Independencia del Ecuador. Ese día fue destituido el Presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Urriés Conde Ruiz de Castilla, instalándose una Junta Soberana de Gobierno, teniendo como autoridades a Juan Pío Montúfar en el cargo de Presidente de la Junta, José Cuero y Caicedo como Vicepresidente de la Junta.

De inmediato las autoridades españolas (peninsulares) dispusieron eliminar la rebelión movilizando tropas desde Guayaquil, Popayán y Pasto con la misión de tomar Quito y acabar con los insurrectos;

La noche del 9 de agosto de 1809, un grupo de personas integrantes de la sociedad criolla de Quito se reunió en la casa de Manuela Cañizares para definir una estrategia. Cuentan que esa madrugada, ante la desmotivación de algunos de los presentes, Manuela les increpó con una dura frase: “¡Cobardes…hombres nacidos para la servidumbre ¿ De qué tenéis miedo…? ¡No hay tiempo que perder…!”. Esa madrugada se conformó la Junta Soberana de Gobierno, que tuvo como autoridades principales al Marqués de Selva Alegre,Juan Pío Montúfar, y al obispo José Cuero y Caicedo, como presidente y vicepresidente respectivamente. Los doctores Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea fueron nombrados como secretarios de Estado, despachos de lo Interior, de Gracia, Justicia y Hacienda. Muy temprano, el doctor Antonio Ante, secretario general de la Junta de Gobierno, visitó a don Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla y presidente de la Real Audiencia de Quito, para comunicarle que la Junta de Gobierno lo relevaba de sus funciones. Entre tanto, el coronel Juan de Salinas, al mano de las fuerzas militares, declaraba la lealtad a la Junta de Gobierno y al rey Fernando VII.

Los sucesos del 10 de Agosto son considerados como el Primer Grito de la Independencia del Ecuador, pues fue la llamarada que motivó a otros patriotas a tomar la posta.

Trece años más tarde se selló definitivamente la independencia de Ecuador.

Pero volvamos a lo que ocurrió después del 10 de Agosto de 1809. Una vez conformada la Junta de Gobierno, el 16 de agosto, se llevó a cabo un Cabildo Abierto en el Convento de San Agustín, en la que ratificaron todo lo actuado el 10 de Agosto. Esas decisiones fueron informadas all Virrey del Perú, José Abascal; al de Santa Fe, Antonio Amar y Borbón; al Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón y al de Cuenca, Melchor de Aymerich. Ellos conocieron así de la existencia del nuevo orden en la antigua Real Audiencia de Quito.

En 1795, Espejo fue detenido de nuevo, cuando las cruces de las iglesias quiteñas amanecieron con banderolas que llevaban las palabras: “Al amparo de la cruz, sed libres, conseguid la gloria y la felicidad”

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