La gesta del 9 de octubre de 1820, más allá de haber permitido alcanzar la independencia de la, entonces, provincia de Guayaquil, fue el comienzo de sucesivas revueltas a lo largo de la Real Audiencia de Quito para liberarse también del dominio español. En el caso de Guayaquil, conforme lo registra la historia, el malestar radicaba en especial en las discrepancias con las normativas establecidas por la corona y que no permitían su desarrollo, sobre todo en lo relacionado con lo tributario, mercantil y comercial.
Las condiciones para la dinámica social eran similares en todos los territorios bajo el dominio extranjero, por ello la inconformidad era general y en cada población se hablaba a la sombra de un sueño, la independencia del reino de España. Esta aspiración con el paso de los días tomaba más fuerza, aún más después de lo presenciado el 10 de agosto de 1809 en Quito.
En Guayaquil, para 1820, las imposiciones de España ya habían llegado al hartazgo de la población, que no vieron otra alternativa que darle forma y ejecutar los anhelos libertarios en busca de su bienestar. Ese año es cuando se cristaliza una organización ciudadana alrededor de las ideas de José de Antepara, el general José de Villamil, el capitán León de Febres Cordero, el comandante Joaquín Magallar, el capitán Luis de Urdaneta y el Dr. José Joaquín de Olmedo, este último nombrado presidente de la provincia independiente de Guayaquil.
Sobre los hechos que dieron lugar a la independencia del puerto principal, se dice que lo particular de Guayaquil, a diferencia de lo registrado en otros procesos, no se produjeron hechos violentos o derramamientos de sangre porque cuando los próceres asaltaron los cuarteles no encontraron resistencia.
Después de haber alcanzado la independencia, los próceres concluyeron en que no era suficiente, si querían conservar la autonomía del yugo español, y que era necesario respaldar a los demás territorios que conformaban la Real Audiencia y así lo hicieron, integraron la llamada División Protectora de Quito, un ejército que más tarde tendrá protagonismo en la batalla de Pichincha del 24 de mayo de 1822, gesta que nos otorgó la libertad definitiva.